martes, 20 de noviembre de 2007

Planta, alzado y perfil del abecedario.



obra seleccionada VI Premio Poesía Experimental Diputación de Badajoz 2007

lunes, 19 de noviembre de 2007

parábola judía

Se trata de una anécdota que se cuenta del rabí Eisik, hijo del rabí Jekel, que vivía en el ghetto de Cracovia, capital de Polonia. Había permanecido firme en su fe a lo largo de los años de aflicción, y era un piadoso siervo del Señor su Dios.

Una noche, mientras dormía, el piadoso y fiel rabí Eisik tuvo un sueño; el sueño le ordenaba que se dirigiese a Praga, la lejana capital bohemia, donde descubriría un tesoro oculto, enterrado bajo el principal puente que conducía al castillo de los reyes bohemios. El rabino se sorprendió, pero dejó el viaje para más tarde. Sin embargo, se repitió el sueño otras dos veces. Tras la tercera llamada, lió los bártulos valerosamente y se puso en camino.

Al llegar a Praga, el rabí Eisik se encontró con que había centinelas en el puente, y que lo custodiaba día y noche; así que no se atrevió a cavar. Se limitó a ir cada mañana a merodear por el lugar hasta el anochecer, mirando el puente, observando a los centinelas y estudiando discretamente la albañilería y el suelo.
Por último, el capitán de la guardia, extrañado ante la persistencia de este anciano, se acercó a él y le preguntó cortésmente si había perdido algo, o quizá esperaba la llegada de alguien. El rabí Eisik le contó con sencillez y confianza el sueño que había tenido. El oficial se echó hacia atrás con una carcajada.

-¡Mi pobre amigo!, ¿de verdad? -dijo el capitán-. ¿Y has gastado tu calzado viniendo hasta aquí por un sueño? ¿Quién en sus cabales creería en un sueño? Pues te voy a decir una cosa: si yo creyera en los sueños, ahora mismo estaría haciendo exactamente al revés. Habría hecho la misma peregrinación que tú, sólo que en dirección contraria, aunque sin duda con el mismo resultado. Deja que te cuente mi sueño.

Era un oficial amable a pesar de sus fieros bigotes, y el rabino sintió simpatía por él.

-He soñado -dijo el oficial de la guardia, bohemio, cristiano- que una voz me hablaba de Cracovia, y me ordenaba que fuese allí y buscase un gran tesoro que había en casa de un rabino judío llamado Eisik, hijo de Jekel; que encontraría el tesoro enterrado en un sucio rincón detrás de la estufa. ¡Eisik, hijo de Jekel! -volvió a reir el capitán con los ojos chispeantes-. Imagínate: ¡ir a Cracovia... y ponerme a derribar las paredes de todas las casas del ghetto: porque la mitad de los hombres se llamarían sin duda Eisik y la otra mitad Jekel! ¡Eisik, hijo de Jekel, nada menos! -y siguió riéndose de esta broma maravillosa.

El modesto rabino escuchó con atención; luego, tras una profunda inclinación, y dar las gracias a su desconocido amigo, emprendió a toda prisa el largo regreso a su casa, cavó en el rincón abandonado de la estufa, y encontró un tesoro que puso fin a su miseria. Y con una parte del dinero, erigió una casa de oración que aún hoy lleva su nombre.

Así, pues, no está lejos el tesoro que pone fin a nuestra miseria y nuestros agobios. No hay que buscarlo en ninguna región lejana; está enterrado en nuestra propia casa, o sea, en nuestro propio ser. Se halla detrás de la esufa, detrás del centro que da calor y vida a la estructura de nuestra existencia, en lo más recóndito de nuestro corazón... con tal que podamos cavar. Pero lo cierto es que sólo después de un viaje fiel a una región distante, a un país extranjero, a una tierra extraña, se nos puede revelar el significado de la voz interior que debe guiar nuestra empresa. Y junto con este hecho persistente y singular hay otro, a saber: que quien nos revela el significado de nuestro mensaje interior ha de ser un desconocido, de otro credo y de una raza extranjera.


Mitos y Símbolos de la India.
Heinrich Zimmer

domingo, 16 de septiembre de 2007

martes, 5 de junio de 2007


durmiente - 2002 - dibujo

buscando a la que vuela

la linea de Cavandoli

buena suerte, mala suerte...

Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: -¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?. Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: -¿Buena suerte?, ¿Mala suerte?, ¿Quién sabe?. Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: -¿Mala suerte?, ¿Buena suerte?, ¿Quién sabe?. Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron: -tranquilo.

Tomado del libro "Sadhana, un camino de oración", del místico y sacerdote católico Anthony de Mello (1931-1987).

sábado, 2 de junio de 2007

Iva Bittova & Vaclavek

música alternativa checa. se puede encontrar más información de Iva Bittova en: http://www.bittova.com/

sábado, 12 de mayo de 2007

celebración de las contradicciones

Desatar las voces, desensoñar los sueños: escribo queriendo revelar lo real maravilloso, y descubro lo real maravilloso en el exacto centro de lo real horroroso de América.
En estas tierras, la cabeza del dios Eleggúa lleva la muerte en la nuca y la vida en la cara. Cada promesa es una amenaza; cada pérdida, un encuentro. De los miedos nacen los corajes; y de las dudas las certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y los delirios, otra razón.
Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la siempre asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día. En esa fe fugitiva creo. Me resulta la única fe digna de confianza, por lo mucho que se parece al bicho humano, jodido pero sagrado, y a la loca aventura de vivir en el mundo.

Eduardo Galeano - Libro de los abrazos

caligrafía púvica



Obra ganadora V Premio de Poesía Experimental Diputación de Badajoz 2006

infierno y cielo

No recuerdo de quién era, siento el olvido...

Contaba que el infierno era un lugar donde había una mesa servida con todo tipo de alimentos al alcance de la gente, pero éstos debían comerse con palillos y los palillos eran muy largos, con lo que era imposible llevarse la comida a la boca, ese era el sufrimiento.
Y contaba que el cielo era un lugar también con una mesa servida, y que la gente también debía comer con palillos y los palillos eran muy largos, y era imposible que uno se llevase la comida a la boca, igual que en el infierno, pero a diferencia de éste, en el cielo la gente se alimentaba dándose de comer unos a otros.

viernes, 11 de mayo de 2007

titeremudo

Es un títere mudo, sólo tiene la memoria del instante,
el instante del hilo tenso que le mantiene cualquiera,
que se mantiene vacío, sin tiempo,
hasta que algún idiota o algún listo,
en cualquier caso, cualquiera,
lo ubique en ese instante feliz de la memoria que ya se inicia marchándose.
Memoria de comprimido, de sobre, de capítulo,
memoria de dosis ignorante de sí misma.
Realidad monosilábica, monofonética,
ni siquiera soledad, pues para eso hacen falta 3
más muchas otras más de otras palabras; sólo so, sólo sssssssssssssssss...,
dicha sin boca, sólo parece que escuchada.
Ignorancia de tiempo, ignorancia de contexto, de sentido;
resumen instantáneo de tantos lenguajes extraños.

¿Quién pronunció olvido?,
alguien sonando mientras otro le comprimía
y estiraba la cara, porque las palabras son muecas.
Ya le soltó el listo o el tonto,
ya no hay hilos, ni memoria ni olvido, ya no hay muecas,
y ya ni parece que se escuche algo.


natalia - valencia, junio 2001


durmiente - 2004 - escayola



esther y pablo - 2003 - fotografía